Mi hermano mayor nació en 1991. Fue al jardín, a la escuela y al colegio cinco años antes que yo. Esta ventaja temporal fue algo que yo no quería comprender. Y la verdad es que durante mucho tiempo este fue un obstáculo que no supimos resolver como hermanos.
Mirko David era una impresión total. Era un genio en matemáticas y se sabía un montón de computación. Todo el mundo lo conocía en el colegio. No era una estrella de rock, pero no era nada invisible. A menudo esto sucedía también porque mi hermano tenía un carácter especial. Engañar a este muchacho de 15 años era extremadamente imposible. En el colegio nunca se quedaba callado. Si algo no le parecía, tenía que decirlo. Y así como muchos profesores lo admiraban y respetaban, otros muchos solo buscaron excusas para “ponerlo en su sitio”.
- Es que uno no se puede quedar callado-decía con frecuencia-. Nunca tienes por qué aceptar lo que los demás te dicen. Somos seres humanos que piensan, ¿no?
La casa se llenaba de libros. Mi hermano era cada vez más grande. Mientras él cantaba Al colegio no voy más y escuchaba Inyectores, Tragokorto y Leuzemia, yo seguía escuchando Ritmo Romántica con mi mamá todas las tardes. Fueron años difíciles para mis papás. Mirko tenía un hambre de libertad que a veces se convertía en gritos. Papá hablaba fuerte y ponía más gruesa la voz. Los almuerzos se hacían largos y silenciosos.
Luego de algunos años las cosas cambiaron mucho. Mi hermano tenía la voz gruesa. Ya no usaba Converse. Tenía el cabello más corto. Habían pasado cerca de cinco años desde que mi hermano se había ido a vivir a Lima. Cinco años de vivir sola con mis padres en Pasco.
Diciembre era el mes en que no podíamos estar alejados. Mi hermano había subido de peso y tenía otra mirada. Sus temblores interiores se habían difuminado. Las olas se habían calmado.
- Hermanita, quiero contarte algo-me dijo una tarde.
A veces cuando las cosas se calman demasiado, una se asusta. Se siente un poco extraña. Jamás imaginé que mi hermano pudiera confiar en mí. Nosotros casi no hablábamos. Yo lo admiraba en secreto, como cuando tienes la foto del que gusta escondida en alguna parte, pero no se la muestras a nadie. Mi hermano y yo nos habíamos querido en silencios y pocas veces. Pero esa tarde algo muy especial sucedió. Nuestras barreras temporales se cayeron. Mi hermano las tumbó y yo estaba perpleja, pero feliz.
- Hermanita, estoy enamorado. Quiero que conozcas a Keytha. No sé cómo decirle que sea mi enamorada.
Creo que mi hermano jamás se lo había imaginado. Pero me había regalado algo que nunca olvidaré. Era su sonrisa, su nerviosismo. Mirko se había mostrado como mi hermano. Y dijo te quiero con su mirada.
- Ella es mi hermana-le dijo Mirko a Keytha sonriente. Y luego bromeó.
Cuando las cosas cambian demasiado, una no termina de entender porque no está acostumbrada a ese nuevo ambiente. Caminamos por horas. Era una tarde templada, sin mucho frío. Reíamos como nunca. Mi hermano me regaló esa tarde algo que quizá jamás imaginó: la fortuna de ser hermanos.
*Queda pendiente volver a escribirlo. Disfruten el 'borrador'.
Mirko, Key y Jeca. Familia. |
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