jueves, 13 de octubre de 2016

Afelpados

La conocí hace como un año en una feria de libros cerca de mi casa. En el cono norte de Lima, los eventos culturales de este tipo eran poco comunes. Así que me animé a ir. Durante todo un mes se proyectaron películas peruanas. Eran títulos nuevos que a mí, como futura cineasta, me interesaron. El cine peruano no tenía ni tiene mucha fama, pero no estaba mal ir a echar un vistazo.

En el volante del evento decía que al final de la proyección se presentaría el conocido cantautor Daniel F y la directora de la película. ¡Sorpresa! Era mujer y era peruana. Una combinación inusual para un director de cine según mi percepción.

Los créditos de la película terminaron de correr y prendieron las luces. Colocaron un par de sillas en el escenario que adaptaron para el evento. Anunciaron sus nombres y ambos subieron al escenario. Daniel F vestía de negro y llevaba unos lentes oscuros que luego se los quitó. Rossana Díaz no vestía muy diferente la primera vez que la vi. Jeans clásicos y botas afelpadas marrones. Su bufanda era de un color rosa oscuro que combinaba con su piel blanquecina. También llevaba su chaqueta jean.

Ambos se sentaron y les entregaron un micrófono a cada uno. Ella saludó al público y se presentó. El tono de su voz era ronco y tierno a la vez. Parecía nerviosa. Su cabello liso cubría sus orejas mostrando su rostro ovalado. Respetuosa, dio pase a Daniel para que interpretara la canción que era el tema principal de la película. El público aplaudió, pero luego reinó un silencio un tanto incómodo. Rossana era una mujer distante a nosotros. Era hermosa. Sabíamos que era mayor, pero no lo aparentaba. Asombrados, queríamos conocerla más. Ella solo estaba interesada en conversar sobre su trabajo.

Como parte del evento, nos contó algo breve acerca de la película. “Yo solo quería mostrar cómo se habían vivido los años 80 desde mi historia personal”-aseguró. Luego, ligeramente encorvada, pedía al público que participara. Un par de muchachos levantaron la mano. Ella les respondió a cada uno con poco entusiasmo. Sus respuestas eran claras y cortantes. Casi no movía el cuerpo al hablar.

Delgada, de ojos alargados y de mirada brillante había dejado a su público con ganas de saber más. Esta mujer desplegaba una energía que nos dejó a todos sin habla. Casi nadie preguntó no porque ella fuera arrogante, sino porque era culta y directa.

El tiempo apremiaba. Los auspiciadores agradecieron al público asistente. Rossana y Daniel F se pusieron pie, y el público aplaudió una vez más. El evento había terminado. Rossana se perdió de mi vista. Pero al salir me topé con la sorpresa de que estaba rodeada de jóvenes. Un poco perdida en cómo reaccionar a esas circunstancias, se mostraba presta a firmar los autógrafos que le pedían. Se tomaba el tiempo de preguntar el nombre y escribía con cuidado las letras en los cuadernillos. Sonreía para las fotos sin ser demasiado amigable.

Meses después me enteré de que Rossana enseñaba en la universidad donde estudio. Motivada por su trabajo, quise conocerla más de cerca. Afortunadamente, logré llevar un curso con ella. Clase a clase me fui enterando de cómo había sido su historia. Me impresionaba su entusiasmo al momento de hablar y su amplio conocimiento sobre diversos temas. Semana a semana nos transmitía su pasión por los grandes cineastas y su amor por la literatura. Roquita (como le dicen sus amigos) tiene el espíritu de una niña que ansía conocer el mundo. Es libre, decidida e independiente. Tombuctú, su primera película, es el resultado de eso.


Sin duda, la sinceridad y la energía que Rossana despliega cuando la escucho en clases es lo que me ha llevado a considerarla como alguien especial en mi vida. No es mi amiga. Pero es esa clase de personas que te inspiran y te motivan a seguir tus sueños. 



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