Mariela, Mariela y su linda sonrisa. Su olor a canela y sus labios eternos. Ojalá la tuviera aquí, estrechada en mis brazos. El tráfico desaparecería, este olor a sudor desaparecería. Y quizá nosotros también pintaríamos: “Mariela y Diego x siempre”. Quién Diego, diría la gente. Yo me pondría de pie y en medio, en silencio, y mirándome todos perplejos, les diría: “¡Yo, yo Diego Guerrero!”. Y luego, con el bullicio de la gente, arrodillado (sosteniéndome fuerte del asiento para no caerme), sacaría el anillo y te pediría que te casaras conmigo. Mariela, adoro tu olor a canela. Mariela, no existes. Este carro y esta gente siguen oliendo a sudor. Este bullicio no se dentendría por una declaración. Pero, Mariela, te amo.
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