martes, 27 de septiembre de 2016

Seguir

Podría escribirte por horas. Sentarme toda la noche a pensar en el tiempo, tu nombre. Podría llenar mi block de versos laaargos (esos que no son comunes en mí, pero podría intentar). Y es asfixiante, porque no puedo volver las horas, los días. Solo puedo escribir y dibujar-te por las mañanas con recuerdos.

Y... Sobran imágenes para intentarlo.
Recuerdo, por ejemplo, que era imposible no conocer a tus padres. Porque tu cueva era tu hogar (aunque luego la cambiamos de lugar, donde solo importaban nuestras mentes, nuestros cuerpos).

Tus papás. Buenas noches. Buenos días. Hablaban de mí y yo de ellos. Y yo era importante. Importante porque ambos entendimos que lo éramos en la conjunción de nuestras vidas.
Tu hermano. Hola. Y casi no nos mirábamos (pero luego, luego fue su mirada la más fulminante). Tu hermano y gracias. Porque era también tu hijo y tu amigo. Porque a la distancia, también fue mi hermano y mi amigo.
Tu hermana. ¡Vaya! Podría empezar por decir que la extraño (y es inconsistente). Porque solo la vi una vez. Y fue suficiente.

A veces me detengo en medio de mi cuarto y te veo parado. Intento mirarte. Pero tus ojos ya no están. Tus fotos no existen. Todo lo he borrado. Te he borrado.. Es raro. A veces pienso que no he sido yo, sino el miedo. El miedo que se generó con las preguntas de ellos (y quizás las mías también, no lo sé).

A veces puedo detenerme a escribirte por horas... Pero hoy tengo que seguir.

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