martes, 27 de septiembre de 2016

Gris


Y su mirada se volvió gris.
Tuve miedo.
Pude sentir que el negro
se volvía carne, alma, hueso.
Púdrete-me decía.
Y yo le hacía caso. No tenía fuerzas.
Ni para pensar.


Pero un alado me cogió de la mano.
Me miró como se mira el horizonte
al tardecer, como cuando se intenta
atrapar el día.


Las cuatro paredes
gritaron de nuevo.
Y ahora no tenían nombre.
Solo no tenían fecha de salida.


Cuando tienes claustrofobia,
el tiempo aplasta
y te duele la cabeza.


Cuando tienes claustrofobia,
te quedas pensando en el parque
de tu casa y en la gente que corre por las mañanas,
en los niños, los perros, las aves.


...

Ahora puede ser que sea distinto
salir y mirar las calles.
Porque aunque estén sucias
y a veces tenga miedo de que me roben
-como muchas otras cosas-
la vida no sabe a papilla y sopa de dieta ahí,
y eso sí que alivia.


Enfrentándo-me

No hay comentarios.: