Es este vértigo. Este profundo abismo. Otra vez. Y aunque el frío golpee y el sol asfixie, eres solo un número bloqueado al que me he cansado de llamar. Quizá el vértigo sea yo. Y que así sea. Porque la solución es única e irremediable. No más compromiso, no más cadenas, ni prisión. Un aullido revienta mis tímpanos antes de que pueda escucharte. Es tarde. Es siempre.
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