Si te miro, me muero.
Somos el atardecer infinito.
Ese último rayo de luz
que no pretende ser noche.
Una explosión compulsiva
que no cesa, que se expande
directa al caos.
Somos un tormento que solo nuestros cuerpos conocen.
Somos la palabra
que no fue pronunciada, que se quedó petrificada en los labios,
envuelta de saliva...
Sin aire, no hay vibración.
Tú y yo solo somos un montón de ideas inconclusas que se estrangulan
al caer el sol.
Ese nudo en la garganta que se vuelve nada
en el gesto de quien realmente ama.
Somos el atardecer infinito.
Ese último rayo de luz
que no pretende ser noche.
Una explosión compulsiva
que no cesa, que se expande
directa al caos.
Somos un tormento que solo nuestros cuerpos conocen.
Somos la palabra
que no fue pronunciada, que se quedó petrificada en los labios,
envuelta de saliva...
Sin aire, no hay vibración.
Tú y yo solo somos un montón de ideas inconclusas que se estrangulan
al caer el sol.
Ese nudo en la garganta que se vuelve nada
en el gesto de quien realmente ama.
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