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La gente necesita ver la poesía en sus smartphones, en su televisor o en su periódico.
También necesita verla en el mundo, en la guerra, en el trabajo, en el conformismo, en los ideales, en el paisaje (de tierra o de cemento).
Yo escribo porque no puedo dejar de hacerlo, porque tengo una idea que se me escapa por las manos y tengo que teclearla.
Mi poesía es digital, codificada. El papel me sirve muy poco.